«Los que pueden, hacen. Los que no, enseñan»
George Bernard Shaw
Como pocas esta me parece una de las frases más arrogantes y engañosas del mundo, al menos si la toma uno sin contexto. El ser competente. o incluso bueno, en una actividad no significa que uno sea igualmente bueno enseñando a otros a llevarla a cabo. Con frecuencia sucede lo opuesto. Sin embargo la frase tiene un punto que es sumamente interesante y que desde hace tiempo me ha hecho reflexionar bastante.
Para empezar, confieso que profesionalmente estoy de ambos lados de esta frase.
Compartir y enseñar es de las cosas que más amo. Podría pasar el resto de mi vida haciéndolo, sobre todo porque sería por mucho lo más fácil y lo más cómodo para mi. Pero desde hace tiempo tengo claro que mi labor de consultoría, diseño y ejecución de campañas es crítica para poder comunicar y compartir lo mejor posible. Es esa labor en campo, complicada, a veces ingrata, pero que me obliga a echar mano de enormes cantidades de creatividad, investigación y pruebas, la que me da la materia prima para mis cursos, para mis conferencias, incluso para este blog. Sin eso no tendría tanto que compartir con ustedes. Esa es mi mina de oro de observaciones, preguntas, casos de estudio, problemas, reflexiones y soluciones que forman gran parte de lo que publico en medios sociales.
Pero hacer tiene un precio grande. A veces complica mucho el poder compartir o dedicar el tiempo a enseñar mejor. Lograr un equilibrio entre uno y otro es complicado, aún cuando ambos impliquen ingresos. Extrañamente la capacitación y cursos suelen ser más rentables que la consultoría o ejecución de proyectos, pero estos últimos han probado ser indispensables por todas las razones que ya mencioné. No se trata de elegir uno u otro, sino de alcanzar un punto armónico entre ambos, que definitivamente no es estático o regular, sino que varía de acuerdo a muchos factores.
De igual manera estar en proyectos permite aprender mucho y alcanzar un nivel de experiencia práctica considerable. Una cosa es la teoría, que se puede obtener de muchas formas, pero nada le gana a estar en las trincheras planeando y ejecutando para lograr resultados. Ya he escrito que hay proyectos que he tomado simplemente porque ofrecen la posibilidad de poner en práctica cosas para las que no siempre hay oportunidad. Hay circunstancias poco comunes que también merecen aprovecharse aunque quizá no sean tan rentables, simplemente por la experiencia que ofrecen. Pero a pesar de todo, este catálogo de oportunidades requiere algo más para que realmente se asimile y sea parte de nuestros recursos personales.
Ambos implican tiempo, energía y recursos, pero los entregables y los resultados son muy diferentes en cada caso. Hacer nos da experiencia y conocimiento. Enseñar lo organiza, lo refina y, sobre todo, lo fija. Eso le da un valor diferente a cada aspecto y los hace indivisibles para el desarrollo profesional.
He leído e investigado lo suficiente para entender, pero sobre todo he tenido la oportunidad de hacer lo suficiente para experimentar y comprobar. Y tengo la fortuna de poder organizarlo, comunicarlo y hacer espacio para poder asimilar más. Porque compartir el conocimiento que tenemos es también una responsabilidad y requisito para poder aprender en mayor amplitud y profundidad. Es uno de los actos de servicio más completos que hay, sobre todo por lo que exige de nosotros.
Soy totalmente de la escuela que dice que para aprender hay que enseñar. Para aumentar nuestro conocimiento y comprensión de las cosas es indispensable ayudar a otros a conocer y comprender. Y por supuesto, puedo dar testimonio del secreto más grande de compartir lo que uno sabe.
El que más recibe es quien más da, siempre y cuando sea de manera honesta y completa.
Eso trato de hacer. Hay veces que me sale mejor que otras.
Sigo escribiendo.
¿Qué tan importante es enseñar y compartir con otros para tu desarrollo profesional?
Un texto que me ha dado mucho para pensar. En mi caso mi reflexión me lleva a cuestionar la dualidad profesor-investigador que existe en mi Universidad: por un lado hay un gran desdeño hacia la actividad docente y en el trabajo «serio» sólo se considera el trabajo de investigación. Por otro lado, muchos profesores que únicamente se dedican a la tarea docente lo hacen con desgano, repitiendo siempre el mismo curso. Ambas actividades se tienen que retroalimentar y habría que agregar también a la actividad profesional.