Hablar de marcas es hablar de mi. Es una de las muchas formas en las que vamos delineando poco a poco nuestra identidad en Internet. Desde las temáticas que comparto, los sitios y blogs que leo, las plataformas que uso, el contenido que creo, hasta las personas que sigo y las conversaciones que llevo y con quién las llevo, por solo mencionar algunos de los elementos, todo esto va conformando un perfil de nosotros hecho a base de una acumulación de huellas digitales (valga la expresión).

Puede incluir elementos de nuestra vida personal, profesional, de nuestros hobbies e intereses en diferente proporción, pero algo que suele aflorar en casi todos los casos son las conexiones emocionales – lo que nos fascina, lo que nos hace enojar, lo que nos entristece y lo que nos da alegría.

Y mucho o poco, algunas marcas son parte de esto. Desde nuestro café de especialidad favorito hasta nuestros zapatos, pasando quizá por nuestro smartphone, nuestra bebida preferida y tal vez hasta la librería donde compramos libros, todo esto forma un entramado de relaciones que va formando un reflejo parcial de nosotros. Son referencias culturales comunes, o al menos de uso relativamente generalizado que permiten ponernos en relación con los otros y en algunos casos crear vínculos de comunidad con otros que tengan intereses y gustos similares.

No es nuestra totalidad, por supuesto y ni siquiera tiene que ser un reflejo particularmente fiel, aunque suele serlo en un mayor grado del que creeríamos, pero es la manera en la que nos vamos construyendo en la esfera digital.

Por eso el estudiar esto es tan importante. Si las marcas entendieran más esto quizá veríamos cambios grandes e interesantes en la manera de hacer las cosas en medios sociales.

Esperemos que eso suceda pronto. Mientras tanto, algunos tratamos de ayudar al proceso.

Sigo escribiendo.

¿Qué se necesita para que hagas referencia a una marca o negocio? ¿Por qué lo haces?