Para los que vivimos en el mundo de los medios sociales es normal tener cuentas en muchas redes sociales. Es parte de nuestra identidad digital y como tal suele significar que podemos (y debemos) ponerle bastante atención a las fotos de avatar, bios, imágenes de portadas incluso hasta los nombres en las cuentas. Todo esto es muy importante porque es lo que nos va a describir a quienes quieran saber de nosotros. Pero precisamente por la cantidad de detalle que podemos darle a cada una de nuestras cuentas es fácil olvidar algo crítico. Un elemento quiza tan o más determinante en nuestro éxito que todo lo anterior, sobre todo porque es el único que tiene un efecto directo offline.
Nuestra tarjeta de presentación.
Asi es, damas y caballeros, el más pequeño y humilde de los medios tradicionales sigue vivo y sano. En un mundo donde lo digital reina ese rectángulo de cartón tiene tanto o más peso que nunca porque con frecuencia es el puente entre nuestras identidades digitales y offline. Podrá ser de las pocas cosas por las que si se requiera pagar, a diferencia de todos los elementos de la identidad digital, pero poco dinero podremos invertir mejor. Al menos como freelancer, les puedo decir que tiene una importancia desproporcionada. Durante algún tiempo lo dejé de lado y pocas cosas he lamentado tanto.
Se puede jugar mucho con esto y sofisticarlo hasta lo indecible, aunque la verdad no se requiere TANTO. Sin embargo no deja de ser nuestra tarjeta de presentación, con todo lo que esto implica. Un buen logo personal y un diseño limpio ayudan mucho, pero en realidad es el hecho de dar un objeto tangible que nos representa y tiene los datos esenciales para iniciar una comunicación lo que importa. E importa mucho más de lo que podríamos suponer.
Hay versiones digitales de esto, como about.me y flavors.me que hacen un buen equivalente dentro de la web, pero el poder entregar una tarjeta en el momento oportuno no tiene precio. Puede significar la diferencia entre cerrar o no un negocio. No se me ocurre mejor razón para tomar esto en serio.
Habrá más y mejores cosas, pero no podemos subestimar el poder de ese trocito de cartón.
Sigo escribiendo.
¿Tu siempre llevas un par de tarjetas contigo por si las dudas?
Te platico que yo le doy una importacia enorme a las tarjetas de presentación. Cuando alguien no me da su tarjeta cuando se la pido, un foquito rojo se prende. Pienso que no tiene una tarjeta de presentación por los motivos más horribles, desde no contar con un negocio formal hasta no tener ni $150 pesos para mandarse a hacer unas.
Una tarjeta de presentación te dice mucho sobre la persona que te la entrega: qué tan profesional es, si tiene correo de Yahoo! o de su empresa, si considera a las redes sociales importantes en su promoción, si le invirtó lo necesario a la impresión o si se puso a cortar impresiones a color en su casa.
En el caso de los freelanceros me parece indispensable contar con una tarjeta de presentación, enfatiza quién eres y lo que haces.
Ojo, nunca entregues una tarjeta de presentación si: los datos que aparecen en ella no son correctos, es triste entregar una tarjeta tachoneada y corregida a mano.
Yo tengo tarjetas de presentación hasta para mi correo personal, por que es tan importante saber presentarte ¡correctamente!. Como dato extra, cuando entrego mis tarjetas a un cliente o persona que en realidad me interesa, le anoto donde nos conocimos a mano cuando se la entrego o algún dato extra importante para que cuando la vea me reconozca de entre toda la pila de tarjetas que guardamos. Hasta la fecha me a funcionado 🙂
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