«No tiene ni idea de lo que hace, pero se sabe vender muy bien.»
¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de alguien en la industria digital? Desafortunadamente en la práctica es algo común y que sucede con horrible regularidad.
La frase en la imagen arriba es 100% mia. Lo confieso abiertamente. De hecho lo he reconocido publicamente antes.
Esa misma queja se la he oido a muchas otras personas en esta industria, incluso a varias mucho más talentosas y capaces que yo. Uno pensaría que con talento, experiencia y una gran ética de trabajo alguien podría tener el éxito que merece razonablemente asegurado. Se supone que lo que hacemos «habla por nosotros» y es «la mejor publicidad». La verdad es que las cosas no operan del todo de esa forma. Lejos de que sea así.
Nos guste o no, sobre todo si se es freelancer, la autopromoción es un arte claroscuro que no es nada fácil dominar. Muy poco y las personas adecuadas no te conocen. Demasiado y te vuelves insufrible. En un libro llamado The $100 Startup de Chris Guillebeau recuerdo que dedica un capítulo a esto y menciona que a la gente que hace bien las cosas pero no puede o quiere hacer lo necesario para darse a conocer se le llama Mártir.
Lo resume como: Substancia sin Estilo = Desconocido.
Se habla mucho de los charlatanes y la gente que habla mucho y no tiene nada para sustentar todo su verbo. Eso sin duda es un problema, y uno serio. Pero el opuesto no es menos problemático. Por un lado, gente que tiene mucho que ofrecer y aportar, y por el otro, clientes que necesitan ese buen servicio o producto. ¿Cómo hacer que se encuentren y entiendan?
En teoría por eso se inventaron las agencias de relaciones públicas, aunque aqui también hay matices, pero eso es tema de otro post. El punto es que promocionarnos a nosotros mismos es algo bastante más complicado de lo que parece, sobre todo si esperamos hacerlo correctamente. Es un equilibrio delicado y que requiere abandonar muchos prejuicios e ideas prestadas de la cabeza. Al menos internamente siempre he creído que hay algo inherentemente sucio y deshonesto en autopromoverse de manera descarada («Si fueras tan bueno no necesitarías decirlo» o alguna cosa similar). Pero el hecho es que no tiene nada de malo si puedes respaldar tus palabras. De nuevo, es más la forma de hacerlo que el hacerlo en sí.
La gran diferencia entre un charlatán y un mártir es que el charlatán ha pasado la mayor parte del tiempo aprendiendo a autopromocionarse sin tener nada que lo respalde, y el mártir ha pasado la mayor parte del tiempo aprendiendo a hacer bien algo sin tener manera de que la gente se entere.
El hecho es que ambos tienen un problema.
Por eso es importante sacar a pasear a nuestro Publirrelacionista Interno de vez en cuando. De manera sutil, al menos en principio, hay que recordar que para la mayoría es una habilidad adquirida. Parece que no pero quizá alguien nos lo agradezca.
Seguramente nosotros mismos también.
Sigo escribiendo.
¿Qué tan bueno eres autopromocionándote? ¿Cuál es tu táctica estándar?