En medios sociales somos tan buenos como lo que publicamos. El acto de crear cosas que podamos compartir con los demás es lo que anima gran parte de la actividad digital. ¿Pero qué pasa cuando ni siquiera sabemos lo que estamos haciendo? ¿Qué pasa cuando se supone que deberíamos saber perfectamente lo que estamos publicando y para qué lo hacemos y en realidad no tenemos ni idea? Ya hemos platicado que las marcas genuinamente son ciudadanos digitales de segunda categoría. En gran medida lo son por la profunda ignorancia respecto a lo que realmente implica la creación de material. Tan es asi que este se produce de la manera más automática y descuidada solamente para llenar un espacio. Si consideramos que hoy en dia todas las compañías, quieran o no, también son una compañía de medios esto es sumamente importante.
Entender claramente este proceso implica tener claro exactamente de qué estamos hablando cuando decimos una de las palabras más usadas, pero también de las más incomprendidas, y por qué no decirlo, de las más despectivas. Me refiero, por supuesto, al Contenido.
Y por eso el guest post de esta semana es tan importante. El empezar a definir este término tan borroso es un primer paso importante para dejar de cometer errores muy básicos de visión y concepto. ¿Quién mejor que nuestro proactivo invitado, Carlos Solares, para empezar a abrir brecha en este pantanoso tema. Sin más preámbulos, le dejo el escenario. Pongamos atención…
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Queridos y finos lectores de este espacio bloggerístico digitaloso. En diversas ocasiones he comentado que en la industria existen un sinfín de términos que se usan de manera intercambiable y apantalladora. Curiosamente, el uso de estos términos de manera tan vaga puede ser percibido como un símbolo de estatus y de profundos niveles de conocimiento del fino arte del marketing digital, pero desafortunadamente indican todo lo contrario. Y es que «buzzwords” como «Contenido» han sido objeto de este enaltecimiento chato y marean cada vez que lo ven en una presentación quesque estratégica.
Al final del día, la definición de contenido puede ser tan básica y magra como queramos. Pero para nuestro fino haber godinístico, “el contenido” requiere una definición más amplia y mucho más extensa, en aras de no hacerle la vida de cuadritos (más de lo que ya se las hacemos) a los partners/agencias/consultores. Y pa’ ponerle orden al guiso, diríamos en el norte, les presento algunos de los criterios que tenemos que aclarar a la hora de mencionar que queremos una “Estrategia de Contenido”.
1. Peso
El contenido puede tener peso ligero, medio y pesado. Lo anterior se refiere a cantidad de atención que el receptor tiene que ponerle. Por ejemplo: Ligero = Vine, Medio = Lista, Pesado = Blogpost. Y el peso, aunque suene filosófico, es totalmente relativo al punto de contacto, la longitud, la intención y el público objetivo.
2. Longitud
Ahora sí, que el tamaño importa mis queridos lectores. Derivado del peso, viene la longitud (sin que siga sonando a albur). Léase, ambas cualidades están totalmente relacionadas y sin especificar la longitud tendríamos videos que duran más que la cuaresma para un norteño.
3. Intención
Aquí es donde cada quien le pone su salsa al taco del marketing digital, porque la intención puede variar desde muchos estados mentales. Ahora bien, la intención no es una sola avenida en la que empujamos un video y de plano nos desentendemos; podríamos tener una infinita lista de intenciones, pero para simplificarles el mundo tenemos Atraer, Interactuar, Retener.
4. Branded/No Branded
Aquí uno de mis personal “pet peeves”. El hecho de tener un logo groseramente presente y grande, no necesariamente ayuda para la credibilidad del contenido en tiempos del marketing digital. Y es que si tomamos en cuenta que las personas están en las redes sociales para poder ver lo que pasa en el mundo y los momentos que importan, podríamos darnos cuenta que hay marcas que arremeten con sus “creatividades” con la ilusa esperanza de alcanzar al unicornio llamado “Engagement”.
5. Dinámico/Estático
Podría sonar muy básico, pero la gran diferencia de estos tipos de contenido es la cantidad de producción que tengamos que meterle. Un contenido dinámico requiere animaciones, marcos por segundo y una historia que se contará en más de un segundo. Aquí depende de los factores anteriores.
De nuevo, muchos de estos atributos del contenido no se dicen en una mesa porque pareciera que son demasiado específicos y no vale la pena declararlos. Y opino rotundamente lo contrario. Esta definición puede llegar a entregar tanta claridad y poder trazar un camino bastante más certero y otorgar cierta soltura creativa pa’ proponer lo que se sabe bueno y sabroso. De igual manera, creo que muchos se ven beneficiados al obtener esta claridad o al usar este marco, ya que no tienen que andarle pegando al adivino para poder lograr al menos un poquito de relevancia.
Total, que si van a subirse al tren de andar pidiendo contenido, de perdido tengan la bondad de especificar algo pa’ que no anden repartiendo para todos lados sin ton ni son.
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Mil gracias al ingeniero Sosofróstico por seguir compartiendo la sabiduría con su serie de posts. No te pierdas el siguiente fascículo coleccionable de esta alfabetizante columna, querid@ lector@.
Si quieren saber más de Carlos o preguntarle algo, les sugiero que lo sigan en Twitter (@CSolares2)
Seguimos escribiendo 😉
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